La percepción del dolor, una experiencia subjetiva y multifacética, no solo depende de estímulos nociceptivos externos, sino también de factores internos como las expectativas. Investigaciones recientes han revelado que las expectativas pueden modular la experiencia del dolor, aumentando la sensibilidad a estímulos nocivos mediante la activación de regiones cerebrales específicas, como la ínsula. Sin embargo, sigue siendo un tema abierto si las estructuras neurales que sostienen estas expectativas codifican información sensorial específica o si representan características transmodales, como el carácter desagradable, compartidas con otras experiencias negativas.

El estudio utilizó imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para investigar cómo la actividad neuronal subyacente a la expectativa de dolor varía dependiendo de la modalidad sensorial involucrada. Los investigadores buscaron determinar si las expectativas dolorosas influyen en la percepción subjetiva de estímulos subsiguientes de la misma modalidad (dentro de la modalidad) o de una modalidad diferente (intermodal).

Se diseñó un experimento en el que los participantes recibieron señales visuales asociadas con dos tipos de estímulos desagradables: un calor doloroso y un olor aversivo. Posteriormente, se evaluó cómo estas señales influían en la percepción subjetiva de estímulos coincidentes (misma modalidad) y no coincidentes (modalidad diferente).

A nivel neuronal, se analizó la actividad de la corteza insular, una región clave en la integración de estímulos sensoriales y afectivos, para identificar patrones relacionados con la modulación de la expectativa.

Resultados

– Efecto específico de la modalidad: Las expectativas modulaban significativamente la experiencia subjetiva de estímulos cuando la modalidad del estímulo coincidía con la de la señal previa. Por ejemplo, una señal que anticipaba calor doloroso intensificaba la percepción del dolor ante un estímulo térmico posterior, pero no tenía efecto sobre la percepción de un olor desagradable, y viceversa.

– Rol diferencial de la ínsula:

    • La sección disgranular intermedia de la ínsula mediaba el efecto de las expectativas cuando la modalidad del estímulo coincidía con la señal previa.
    • Por el contrario, las porciones agranulares anteriores de la ínsula suprimían esta modulación, sugiriendo una función reguladora.

– Ausencia de modulación intermodal: No se observó influencia de las expectativas en la percepción de estímulos cuya modalidad difería de la señal anticipatoria.

Estos hallazgos resaltan que la corteza insular desempeña un papel central en la codificación de expectativas relacionadas con eventos aversivos, ajustándose a características sensoriales específicas de la modalidad. La ínsula no parece codificar de manera generalizada el carácter desagradable de las experiencias negativas, sino que su procesamiento está ligado a la congruencia entre las señales anticipatorias y los estímulos posteriores.

El estudio aporta evidencia de que las expectativas no solo moldean nuestra experiencia del dolor, sino que lo hacen a través de mecanismos neurales específicos, con implicaciones potenciales para la comprensión de trastornos donde las expectativas y la percepción del dolor están alteradas, como la ansiedad o el dolor crónico.

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